En un entorno empresarial donde el miedo a quedarse atrás (FOMO) impulsa a muchas empresas a invertir simultáneamente en cada nueva tendencia que aparece—ya sea retail media, inteligencia artificial, o estrategias omnicanal, por ejemplo—la presión por seguir el efecto manada puede ser abrumadora. Sin embargo, la verdadera ventaja competitiva no radica en perseguir cada novedad, sino en poner al cliente en el centro de todas las decisiones de inversión. Bajo este contexto actual, resulta relevante reflexionar sobre la importancia de evitar las decisiones impulsivas y, en cambio, adoptar una cultura empresarial genuinamente orientada al cliente. Al ponderar cuidadosamente las inversiones en función de lo que realmente aporta valor al cliente, las empresas pueden destacarse en un mercado saturado y construir relaciones más sólidas y duraderas, ofreciendo no solo productos y servicios, sino experiencias significativas y relevantes.